Bueno en realidad se diría que en la terraza. Maniqui lazer nos provocaba esa horrible sensación (bueno igual ni tan horrible/bueno igual no era solo Maniquí Lazer, pero de eso no vamos a hablar; cosa juzgada es) de pánico combinado con excitación. Esa horrible excitación provocada por las emociones constantes emanadas de un grupo que definitivamente es mejor en vivo que grabado. De las personas que brincaban golpeando a los demás en esa cosa que los jóvenes llaman moshpit o slam (uno que ya no acostumbra esas cosas / bueno, bueno así como que que slamero era yo de joven). Esa rabia juvenil propia de los muchachitos que difícilmente rebasan los veinte años y que aún pueden jugar así con su vida. Saltando, saltando, saltando; surge entonces la pregunta: ¿Cuánto durarán estos tiempos maravillosos? Tanto bailar y reír, festejar, sonreír, acabará en algún momento y entonces vendrán las responsabilidades obvias de los ciclos de vida. Por lo pronto nada pasa más que el continuo asombro de es